La agricultura y la comida
La herencia más importante de Mesoamérica son los cultivos que desarrollaron sus habitantes y que se han extendido por el mundo.
El maíz, la calabaza, el frijol, el aguacate, el jitomate, el tabaco, el hule, el cacao, el cacahuate, el amaranto, el chile y la chía son unos cuantos de esos productos. Los mesoamercanos también inventaron técnicas de cultivo intensivo, como las chinampas, que se siguen utilizando por su alto rendimiento.
Muchas cosas que comemos son herencia indígena, como las tortillas, los tamales, el atole, el pinole y el chocolate, como dulce o como bebida. El amaranto preparado con miel, es esa golosina que llamamos alegría. El chicle, se producía en la zona maya, dio origen a la goma de mascar, que hoy es una industria importante.
Dieta tradicional
La dieta mesoamericana, de la cual se
deriva nuestra dieta tradicional mexicana, es una de las dietas más ricas,
variadas y nutritivas del mundo. En México existen numerosos patrones o modelos
de alimentación, muchos de los cuales tienen una historia milenaria y son producto
de la interacción de varias culturas. Se puede afirmar que los mexicanos heredamos una de las
tradiciones culinarias más notables, ricas, vigorosas y saludables que existen
en el mundo actual.
La dieta mestiza, conformada a lo largo
de varios milenios con variadas influencias, no sólo constituye una tradición
alimentaria envidiable por su personalidad, sus cualidades sensoriales y su
riqueza cultural, sino que, en términos generales, coincide notablemente con
los principios actuales de la alimentación deseable como son un consumo
abundante tanto de granos integrales (tortilla y frijol) como de una amplia
variedad de verduras y frutas, y la ingestión moderada de productos de origen
animal, de azúcar y de grasas.
La modernización ocurrida en México durante las tres últimas décadas tiene
facetas preocupantes, ya que representa un abandono de la tradición y su sustitución por el modelo “nórdico” u
“occidental” de consumo. El modelo alimentario que se adopta es ajeno,
costoso, nocivo para la ecología, muy dependiente de divisas y expone la ya
precaria soberanía alimentaria del país, hace perder la identidad cultural de
la población, y pone en riesgo nuestra salud.
En términos nutricios, la dieta
tradicional indígena es una buena fuente de energía y carbohidratos complejos,
de proteína en la combinación del maíz y frijol, de vitaminas y minerales con
el consumo de frutas y verduras, así como en el consumo cotidiano de chile.
Además, es buena fuente de calcio por la nixtamalización del maíz, baja en
grasa en su forma original y alto contenido de fibra.
Las combinaciones, las variedades y las
formas de preparación son idóneas para los requerimientos de los seres humanos.
Por ejemplo, el elote se combina con el limón, el cual es necesario para
liberar una vitamina muy importante (niacina). También, la combinación del
arroz con el frijol o de la tortilla con otras leguminosas como habas y
lentejas aumenta el valor biológico de las proteínas. La integración del chile
a los platillos hace más disponibles los nutrimentos en el cuerpo gracias a la
vasodilatación, lo cual sucede de la misma forma en la milpa. El chile en la
milpa hace más disponibles los nutrientes en la tierra y además es útil para
evitar plagas, y el consumo de chile constituye una fuente muy rica en vitamina
C.
La naturaleza
nos provee de todos los nutrientes necesarios para un desarrollo pleno; esto
nuestros abuelos y abuelas lo sabían y lo conservaban. Poco a poco, a
través de los siglos, lo fueron enriqueciendo y a través de la observación y el
aprendizaje empírico se fue incrementando el conocimiento. Así, generación tras
generación se compartían las enseñanzas.
Cuando consumimos productos que vienen
de nuestra misma región ayudamos a las familias que viven cerca a nosotros, a
nuestros vecinos, nuestras comunidades y a nuestro país. Cuando consumimos
alimentos que vienen del exterior todo ese dinero se va del país enriqueciendo
a las grandes compañías en lugar de nuestros propios productores. En México
existen toda una gran variedad de alimentos naturales que pueden beneficiar
nuestra salud, si sabemos aprovecharlos.
Nuestra dieta
es color, sabor, olor, variedad, cultura, diversidad, amor, espíritu, amistad,
sociedad, emoción, economía, seguridad, filosofía, arte, conocimiento,
devoción, historia, fiesta… en síntesis: riqueza ancestral y riqueza del
presente.